Siesta
de lunes
El
lunes Felipe salió de la escuela con un poco de sueño y mucho hambre; sin embargo, camino a su casa se detuvo a recoger una
lámpara que estaba tirada en el gran basural.
Decidió
frotarla con la manga de su guardapolvo; lo hizo con fuerza y
rapidez; de pronto una gran nube blanca salió del adorno y Jirón,
el genio, se desperezó y dijo:
– ¿Quién
osa despertarme? ¡Hace miles de años que estoy aquí tranquilo
durmiendo la siesta!
-
Yo, Feli
-
¿Con este día nublado se te ocurre frotar la lámpara? Bueno, ya
que me hiciste salir tenés derecho a pedir 3 deseos. Sólo 3. Pensá
bien
-
Mmmm deseo... ¡volar!
Jirón
frotó sus manos y las estiró con fuerza hacia adelante y una lluvia
de brillos cubrió el lugar. Dijo las palabras mágicas: ¡cataplím,
cataplám, cataplúm!
Y
una hermosa avioneta apareció ante sus ojos.
Asombrado
Feli le dijo:
-
Y ahora qué hago con esto?
-
¡Volar!
-
No sé manejar una avioneta. ¡Soy un niño!
-
Ese… no es mi problema…
Feli
se golpeó la frente con su mano derecha y lo miró... con un poco de
bronca y mucho de desilusión.
-
Te quedan 2 deseos… Pensá bien.
Luego
de pensar un rato, dijo:
-
Quisiera…¡conocer el mar!
Jirón
frotó sus manos y las estiró con fuerza hacia adelante y una lluvia
de brillos cubrió el lugar. Dijo las palabras mágicas: ¡cataplím,
cataplám, cataplúm!
Y
en un abrir y cerrar de ojos Feli estaba en un barco pesquero en el
medio del Mar Negro. Sus
manos pequeñitas sostenían una red llena de peces. Los
otros marineros le gritaban que no la soltara. Feli ya no podía
más, sus fuerzas lo abandonaban. Estaba empapado y muerto de frío
cuando... de pronto volvió a la realidad.
Enfurecido,
le dijo al genio:
-
¿Eso fue de verdad, genio loco? ¡Casi muero allí!
-
Ese… no es mi problema. ¡Pide bien tus deseos! ¡Tú dijiste mar y
yo te mandé al mar! Último deseo y sigo durmiendo mi siesta.
-
Estoy cansado de que me carguen en la escuela por ser el más bajo de
la fila; entonces... deseo ser grande y alto.
Jirón
frotó sus manos y las estiró con fuerza hacia adelante y una lluvia
de brillos cubrió el lugar. Dijo las palabras mágicas: ¡cataplím,
cataplám, cataplúm!
Y
lo convirtió en un hermoso edificio de 20 pisos.
Y
feliz, Jirón, de haber cumplido con su obligación, se metió en su
lámpara, y así, como si nada hubiera pasado, siguió durmiendo la siesta.
Imagen: lagenda.org