La
vendedora de nieve
El año en
que a mi la adolescencia me pegaba bien complicada, a mis padres se
les ocurrió conocer Salta. Lejos de alegrarme cuando me dieron la
noticia, lo único que sentí fue molestia. No tenía ganas de
viajar, de visitar parientes, de conocer nada nuevo; pero a esa edad
no podía quedarme en mi casa solo, así que me resigné y me dispuse
a sobrellevar esos días.
Al llegar
de mis tíos lo primero que escuché fue “qué grande estás” y
si, es obvio. Crecí.
Nos
arreglamos en la casa de ellos y comenzaron a planificar los lugares
a visitar.
Por suerte
en la vivienda tenían Internet, sino no se qué hubiera sido de mi
estadía.
Luego de
conocer algunos lugares turísticos, a mi madre se le ocurrió que el
sábado iríamos al carnaval. Confieso que la idea no me gustó y que
fui por obligación. Por suerte, fui…
El
colectivo llegó rápido a la parada. Subimos todos. Eramos una
banda. Yo llevaba algo de mis ahorros porque ya mis viejos me habían
advertido que solamente comprarían una espuma para mi y otra para mi
hermano. Llevo por las dudas, pensé.
Luego de
recorrer media ciudad, el chofer anunció que habíamos llegado. La
música de las comparsas no solo se escuchaba, sino también se
sentía en la piel, en el cuerpo entero. Tienen una especie de magia,
de atracción. Nos dispusimos en fila para bajar. Quedé último. Al
pisar el segundo escalón del estribo me doy cuenta que todos se
habían adelantado bastante. Ya me había dicho mi tía que la nieve
dentro del corso estaba $100. Me apuré para alcanzarlos y sentí que alguien me chistaba. Me ofreció nieve a " 30 ó 2 x 50" . Me doy vuelta y era una
linda niña con varios aerosoles en la mano. Me llamó la atención
su ropa, si bien estaba limpia, parecía de otra época. Le dije que
ya volvía , que no se fuera y miré a mi familia que se alejaba. Le
pedí que me vendiera 2 nieves. Le pagué con el cambio justo. Ella
miró el dinero y me lo devolvió. “No sirve, otro más que me
quiere pagar con plata que no sirve”, me dijo. "¿Cómo que no sirve?
Son 50 pesos", le dije. Cuando le devolví las nieves me di cuenta
que a esa marca de espumas no la había visto nunca, "será una marca que sólo se vende en Salta", pensé. Se fue enojada, yo también.
Corrí hacia mi familia y mi vieja me preguntó:
- ¿Dónde te
quedaste?
- Comprándole a
la nena
- ¿Qué nena,
comprando qué?
- La de blanco, la
de la parada del colectivo. Vendía nieve
Mi tía de
pronto empalideció. Me preguntó si estaba bien. Si le había
comprado. Le conté que me dijo que la plata que le dí no le servía.
Y ella suspirando aliviada nos contó que esa niña había fallecido
hacía muchos años, atropellada en esa parada de colectivos una
noche de carnaval. Vendía nieve, de una marca que ya no existía. Cada carnaval aparece para ofrecer su mercadería, como
cuando estaba viva y trabajaba para ayudar a su mamá.
Me di
vuelta con un poco de susto y mucha intriga, y la vi a lo lejos.
Me sacaba la lengua con expresión burlona y cara esquelética.
Aunque era verano, yo de pronto, sentí frio.
Fotografía: Cuarto: Salta a diario
Aunque era verano, yo de pronto, sentí frio.
Fotografía: Cuarto: Salta a diario