martes, 21 de julio de 2020

Te doy mi corazón


Te doy mi corazón

      Fue ese día. Justo ese día y no otro. 
     El sol de la una de la tarde brillaba con un color especial. El timbre sonó en el patio de la escuela y lo vió.
     “Pavote”, pensó y al decir esa palabra se le llenó la panza de mariposas… o las mariposas se llenaron la panza? Ni ella sabía qué le pasaba. Juan Martín ni se dio por enterado. Ni la registró. Charlaba con sus amigos del último juego de play y de cómo pasar más rápido los niveles.
     Camila lo volvió a mirar con esos ojos de enamorada y otra vez pensó que era un pavote, que ni se daba cuenta de que a ella él le gustaba más que nadie en el mundo; más que el hijo del quiosquero que era re lindo y súper simpático. Pero no era pavote como Juan Martín.
Y el alma se le llenó de pececitos de colores….o los pececitos se llenaron de alma? No sé.
       El tema es que tocó el timbre, se formaron y quedaron como siempre lado a lado.
        - ¿Qué me miras, tonta?-
        - Yo no te miro a vos, pavote-
       Mentira. A él lo miraba. El era el dueño de su corazón. Siempre lo supo. Pero ese día, ese día y no cualquier otro día supo que ya no podría escapar de su sonrisa encantadora que le hacia ver las estrellas y los cielos y los mares y los ríos. Y sentir en los ojos el tic tac del amor porque se ponía nerviosa y los abría y los cerraba sin parar…
      Y los demás la cargaban. Hasta la señorita Elvira de matemática se dio cuenta porque vivía en las nubes.
        - Camila ¿Cuántos lados tiene un pentágono? -. Silencio. -Camila, cuántos lados tiene?
        - Eh… ah…. Si! Esteeee… y…. tiene varios, no se, muchos lados, seño!
    - Ay Camila, Camila… estás enamorada, se te nota porque dibujas todo el tiempo corazones en el banco
          Y todos se reían. Y Camila también. Y el pavote, también. Y no sabía que él era el dueño de esos corazones.
          - Entonces, ya que estamos con los lados… ¿Cuántos lados tiene un corazón?-
          - Ni idea, seño!-. Y todos se volvían a reír.
          Pero ese día, justo ese día y no otro día, ella lo decidió. Juan Martín tenía que enterarse. Ya está. De ese día no pasaba. Basta. Había que ser sincera, valiente y decidida de una vez por todas. Antes de que finalizara el día de clases se lo iba a decir.
          Lo habló con su amiga, su confidente, su compañera de banco desde primer grado
          -Mili, hoy tiene que saberlo-
          -¿Para qué se lo vas a decir si no te da bolilla?-
          -Sí que me registra, a mí solamente me dice tonta, a nadie más ¿te diste cuenta?-.
          -Bué, si vos lo decís…-
      Así pasó la tarde. Pasaron los tres recreos. Llegó la última hora de clase. Ciencias Naturales. El Aparato Circulatorio. La señorita Susana de Ciencias había avisado unos días atrás que ese día iba a armar los grupos para trabajar dicho tema y dar lección la próxima semana. Tomó su agenda con la lista de todos nosotros y comenzó a formar los grupos:
        - Grupo 1: Sofía, Luciano, Juana y Tomás
        - Grupo 2: Martina, Joaquín, Sebastián y Lucas
(Que me toque con el, que me toque con el, que me toque con el…) (Y las manos juntas en señal de oración)
      - Grupo 3: Malenaaaa, Miliii, mmmmmm, Juan Martín… y… y… Camila! (y la sonrisa cómplice de la seño…)
(Gracias, gracias, gracias… me tocó con el!)  Y esa cara de fastidio fingido…
      Fingido porque por dentro el alma se le escapaba por la boca, o… la boca se le escapaba por el alma?
     
      Se armaron los grupos y comenzaron a trabajar.
      - ¿Quién dibuja bien?
      -Yo- dijo Mili.
    - Entonces vos comenzá a dibujar en el afiche el aparato circulatorio y para darle mayor color vamos a hacer en papel glasé el corazón y las venas, sí?- Dijo Juan Martín

     Al finalizar la hora ya estaba casi todo listo. Pegaron las venas, escribieron con fibrón las explicaciones y cuando ya estaba casi todo terminado y le tocaba a Camila pegar el corazón que había hecho en papel glasé rojo metalizado, lo colocó entre sus manos y con esa mirada de pato enamorado se lo dio a Juan Martín y le dijo mirándolo a los ojos:
      - Acá está mi corazón y te lo doy con mucho amor- Y se lo dio.
      Y Juan Martín la miró con esa cara de siempre, lo pegó y dijo… -listo, terminamos-.
      Y Camila lo siguió mirando enamorada y pensó -ya está, por fin se lo dije-

      Y ese día a la salida se sintió feliz porque por fin se lo había podido decir.
     Y se fue rápido a su casa a tomar la chocolatada porque le hacia ruido la panza, pero esta vez no era por el amor, sino porque eran mas de las cinco de la tarde y tenia hambre.




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