lunes, 6 de julio de 2020

Florencia y la erre



Florencia y la erre

          El día que Florencia cumplió sus siete años, en el mes de abril, la mamá quería llevar una torta a la escuela para que ella festejara con su maestra y sus compañeros. Flor no estuvo de acuerdo.
         Para ella ir a la escuela era un problema. No le salía la erre y eso ocasionaba que algunos chicos la cargaran constantemente, a pesar de los llamados de atención de la Señorita Roberta.
         -¡Flogencia, alcanzame la cagtuchega!- le decía cruelmente Juan Itenchi
         Flor se ponía roja como un tomate.        
         Cuando la maestra decía que iba a tomar lectura, a Florencia le empezaban a temblar las manos.
         -¡Flogencia, vamos a leeg!- se escuchaba en el fondo el grupito de Juan y compañia. Y se reían. Al mismo tiempo que la maestra los retaba.
         Leía muy bajito para que no la oyeran pronunciar mal, pero igual la escuchaban.

         En el mes de septiembre la profesora de Música, decidió hacer un baile de disfraces. Todos tenían que venir caracterizados de algún animal.
         Así lo hicieron. Algunos eran leones, otros perros, había gatos, lechuzas y hasta tortugas. Florencia decidió vestirse de mariposa, ya que el sonido que tenía que emitir no contenía ninguna erre.
         -tacatacatacataca- se escuchaba en el salón. Era el ruido del aleteo de las alas.               Todos los chicos se divirtieron mucho ese día. Al compás de la música cada uno imitaba el sonido del animal que representaba. Hasta "Juan y compañia" se habían entusiasmado con la fiesta.
         Florencia, por primera vez, estaba feliz dentro del salón y con sus compañeros; tan feliz que de pronto dijo:
          -Seño Roberta ¿me atás el cordón, por favor, que no puedo por las alas?
         Todos sus compañeros la aplaudieron, sí, todos! La señorita asombrada abrió grande su boca como una ballena a punto de comer. La tortuga dejó de bailar y la abrazó. El león le pasó su melena por la cara. Los perros movían las colas. Los gatos, maullaban de felicidad y la lechuza ululaba de contenta.¡Por fin habían dado resultado las clases con la fonoaudióloga que le enseñaba a pronunciar la erre! A partir de ese día, nadie más se rió de la hermosa Flor y la maestra la abrazó tan fuerte ¡que casi le saca una de sus alas!




Imagen: infinityvuelta.wordpress.com