Te doy mi corazón
Fue ese día.
Justo ese día y no otro.
El sol de la
una de la tarde brillaba con un color especial. El timbre sonó en el
patio de la escuela y lo vió.
“Pavote”, pensó y
al decir esa palabra se le llenó la panza de mariposas… o las
mariposas se llenaron la panza? Ni ella sabía qué le
pasaba. Juan Martín ni se dio por enterado. Ni la registró.
Charlaba con sus amigos del último juego de play y de cómo pasar
más rápido los niveles.
Camila lo
volvió a mirar con esos ojos de enamorada y otra vez pensó que era
un pavote, que ni se daba cuenta de que a ella él le gustaba más
que nadie en el mundo; más que el hijo del quiosquero que era re
lindo y súper simpático. Pero no era pavote como Juan Martín.
Y el alma se
le llenó de pececitos de colores….o los pececitos se llenaron de
alma? No sé.
El tema es que
tocó el timbre, se formaron y quedaron como siempre lado a lado.
- ¿Qué me
miras, tonta?-
- Yo no te
miro a vos, pavote-
Mentira. A él
lo miraba. El era el dueño de su corazón. Siempre lo supo. Pero ese
día, ese día y no cualquier otro día supo que ya no podría
escapar de su sonrisa encantadora que le hacia ver las estrellas y
los cielos y los mares y los ríos. Y sentir en los ojos el tic tac
del amor porque se ponía nerviosa y los abría y los cerraba sin
parar…
Y los demás
la cargaban. Hasta la señorita Elvira de matemática se dio cuenta
porque vivía en las nubes.
- Camila
¿Cuántos lados tiene un pentágono? -. Silencio. -Camila, cuántos
lados tiene?
- Eh… ah….
Si! Esteeee… y…. tiene varios, no se, muchos lados, seño!
- Ay Camila,
Camila… estás enamorada, se te nota porque dibujas todo el tiempo
corazones en el banco
Y todos se
reían. Y Camila también. Y el pavote, también. Y no sabía que él
era el dueño de esos corazones.
- Entonces, ya
que estamos con los lados… ¿Cuántos lados tiene un corazón?-
- Ni idea,
seño!-. Y todos se volvían a reír.
Pero ese día,
justo ese día y no otro día, ella lo decidió. Juan Martín tenía
que enterarse. Ya está. De ese día no pasaba. Basta. Había que ser
sincera, valiente y decidida de una vez por todas. Antes de que
finalizara el día de clases se lo iba a decir.
Lo habló con
su amiga, su confidente, su compañera de banco desde primer grado
-Mili, hoy
tiene que saberlo-
-¿Para qué
se lo vas a decir si no te da bolilla?-
-Sí que me
registra, a mí solamente me dice tonta, a nadie más ¿te diste
cuenta?-.
-Bué, si vos
lo decís…-
Así pasó
la tarde. Pasaron los tres recreos. Llegó la última hora de clase.
Ciencias Naturales. El Aparato Circulatorio. La señorita Susana de
Ciencias había avisado unos días atrás que ese día iba a armar
los grupos para trabajar dicho tema y dar lección la próxima
semana. Tomó su agenda con la lista de todos nosotros y comenzó a
formar los grupos:
- Grupo 1:
Sofía, Luciano, Juana y Tomás
- Grupo 2:
Martina, Joaquín, Sebastián y Lucas
(Que me toque con el,
que me toque con el, que me toque con el…) (Y las manos juntas en
señal de oración)
- Grupo 3:
Malenaaaa, Miliii, mmmmmm, Juan Martín… y… y… Camila! (y la
sonrisa cómplice de la seño…)
(Gracias, gracias,
gracias… me tocó con el!) Y esa cara de fastidio fingido…
Fingido porque
por dentro el alma se le escapaba por la boca, o… la boca se le
escapaba por el alma?
Se armaron los
grupos y comenzaron a trabajar.
- ¿Quién
dibuja bien?
-Yo- dijo
Mili.
- Entonces
vos comenzá a dibujar en el afiche el aparato circulatorio y para
darle mayor color vamos a hacer en papel glasé el corazón y las
venas, sí?- Dijo Juan Martín
Al finalizar
la hora ya estaba casi todo listo. Pegaron las venas, escribieron con
fibrón las explicaciones y cuando ya estaba casi todo terminado y le
tocaba a Camila pegar el corazón que había hecho en papel glasé
rojo metalizado, lo colocó entre sus manos y con esa mirada de pato
enamorado se lo dio a Juan Martín y le dijo mirándolo a los ojos:
- Acá está
mi corazón y te lo doy con mucho amor- Y se lo dio.
Y Juan Martín
la miró con esa cara de siempre, lo pegó y dijo… -listo,
terminamos-.
Y Camila lo
siguió mirando enamorada y pensó -ya está, por fin se lo dije-
Y ese día a la
salida se sintió feliz porque por fin se lo había podido decir.
Y se fue
rápido a su casa a tomar la chocolatada porque le hacia ruido la
panza, pero esta vez no era por el amor, sino porque eran mas de las
cinco de la tarde y tenia hambre.
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